Alarmas para el hogar: cómo elegir el mejor sistema

A veces uno piensa que en la ría de Pontevedra la tranquilidad es total, pero eso dura hasta que un vecino te cuenta que le han abierto la casa durante el puente o al volver de un día de playa. Y ahí empieza la investigación de rigor sobre alarmas para casa Sanxenxo, ese pequeño placer culpable que nos convierte, de pronto y sin aviso, en expertos en dispositivos de seguridad, sensores de movimiento y sistemas antirrobo como quien no quiere la cosa. Los hay que se lo toman con humor y otros que prefieren dormir con un palo de golf en la mesilla, pero todos acaban tarde o temprano en la misma duda: ¿cómo se elige la protección adecuada para que nuestra morada no sea un coladero?

El misterio está en que no todas las alarmas son iguales y tampoco el miedo ni el bolsillo de cada uno. Hay quienes creen que una simple pegatina intimidará a los amigos de lo ajeno, aunque estos suelen tener un máster precisamente en distinguir lo real de lo decorativo. Los sistemas tradicionales, con sus consolas y sensores inalámbricos, han evolucionado tanto que casi parecen gadgets de ciencia ficción y prometen, incluso, avisarte al móvil si tu gato ha decidido dar un paseo nocturno, porque la sensibilidad que tienen estos dispositivos a veces debería venir con instrucciones para convivir con mascotas. Nada como recibir un aviso urgente desde la app mientras cenas percebes, para descubrir que era el minino practicando parkour.

Ahora bien, la tecnología lo ha puesto fácil y, al mismo tiempo, todo un poco más complicado. El abanico es tan grande que uno duda si está eligiendo un sistema de seguridad o decorando la casa con una exposición de sensores en cada rincón. Desde dispositivos conectados a centralitas 24/7 hasta alternativas independientes que suenan más que la alarma de fin de recreo en el colegio, la clave está en saber qué necesitas realmente. Aquí, más que en ninguna otra compra, el postureo no vale: elegir un sistema sólo porque suena sofisticado puede llevarte a gastar más de la cuenta y no necesariamente a sentirte más protegido.

El tamaño de la vivienda y la frecuencia con la que está deshabitada suelen ser pistas importantes a la hora de decidirte. Un ático siempre expuesto a los soplos de la brisa marina no tiene las mismas necesidades que una casita a pie de calle a la que accede hasta el cartero bajando tres escalones. Los expertos recomiendan pensar en las entradas y salidas, en si tienes jardín o si tus vecinos se pasan el día yendo y viniendo (buenos aliados, por cierto, esos vecinos cotillas). Y, si eres de los que no soporta el menor ruido por la noche, mejor opta por sensores que diferencien entre la sombra de un gato y una visita inesperada. Elige bien el nivel de sofisticación y tecnología, porque a veces lo más sencillo es lo más adecuado para lo que buscas, y no hay por qué desembolsar lo que cuesta una moto de agua sólo para disfrutar del silencio.

Por supuesto, el debate favorito de todos los entusiastas de la seguridad es si contar con monitoreo profesional o preferir la autogestión. Hay quien duerme a pierna suelta sabiendo que un operador vigila desde una lejana central y quien, por el contrario, disfruta monitorizando su propia casa como si fuese una partida de ajedrez digital. El caso es que la oferta se ha adaptado a todos los gustos y exigencias, desde instaladores que te dejan la casa lista en dos horas y se llevan tu preocupación con la escalera, hasta sistemas en formato «hazlo tú mismo» aptos para manitas y amantes del bricolaje.

Un punto divertido, aunque inevitablemente realista, es leer detenidamente la letra pequeña de los contratos de servicio. Porque a veces sentimos que estamos resguardados por tecnología de última generación, pero no leemos que las garantías pueden variar según donde vivas. No es igual instalar dispositivos en una vieja casona de piedra con muros gruesos que en un piso moderno con paredes que todo lo dejan oír. Sorpresas te da la vida y las facturas también, por lo que nunca está de más preguntar (sin miedos ni vergüenzas) por los costes ocultos, mantenimiento y posibles multas por falsas alarmas, porque si hay algo que abunda en verano, junto a los turistas, son las alarmas disparadas por un vendaval o una puerta mal cerrada.

Así que, mientras el debate sobre la mejor cerveza artesanal del puerto sigue abierto, conviene recordar que la tranquilidad vale más que los disgustos y que una buena elección puede convertir tu vivienda en tu refugio favorito durante todo el año. Encontrar el sistema ideal puede ser tan satisfactorio como un chapuzón a finales de agosto; tal vez el proceso se haga largo, pero merece la pena si el resultado es poder olvidarse de preocupaciones, cerrar la puerta con la seguridad de siempre y reírte (o no) de esos intentos frustrados de los ladrones.